viernes, 25 de noviembre de 2011

Amor no se escribe en la pared | Un nuevo actor en la escena - Cap. 7


Esta es la primera serie que me animo a escribir de lo que llamo cuentos cortos impersonales la cual titulé Amor no se escribe en la pared.

Anteriormente: El encuentro en la casa.

Ahora: 
Amor no se escribe en la pared | Un nuevo actor en la escena

-7- 

Era una casa grande, antigua; era fresca, con los techos altos. Una vez hubieron llegado a la puerta de su casa, su amigo y él, tocaron el portero:

─ ¿Si...?
─ ¡Hola! Soy yo, ¿está Florencia?
─Sí, sí, ya te atiende (se oyen risas, alguien se río adentro).

Ellos también se rieron. Un ratito después, ella abrió la puerta. Todo su olor lo impregnó. La casa y ella tenían un olor característico; él, incluso con el pasar cruel del tiempo, reconocería esos olores en cualquier lugar. Suspiraría al sentirlos una vez más...

Para llegar a la puerta de su casa, se debía subir unos dos escalones, por lo tanto, al estar parado ahí se veían las cosas desde una altura de nivel superior. Las personas que estaban al nivel de la vereda, obviamente, estaban más abajo. Cuando ella abrió la puerta, él se enfrentó con el centro del Universo, con el pasadizo hacia lo que él después llamaría el Paraíso. Él se encontró con su pupo. Lo envolvía una cintura perfecta, un estómago chato. En el nivel superior había un rostro simpático y sonriente que dijo: ─ ¡Pasen!

Después de los besos protocolares, ingresaron. Pasaron inmediatamente hacia un pequeño pasillo, luego por la antesala. Recorrieron un sector amplio, una especie de patio interno en donde se encontraba hacia la derecha una computadora, y se dirigieron a lo que debía ser el comedor, justo antes de la cocina. En ella había una mesa alrededor de la cual estaban sentadas sus compañeras, sonrientes y buenamente presumiendo, todas ellas.

Pidió agua. Tomó su agua. La vio atentamente ir y venir, luego sentarse. Hizo las bromas pertinentes. Esa casa era un lugar en el que no creía iba a estar tanto tiempo.

-8- 

Unos días después de aquella visita a su casa, a él, junto a sus compañeros/as, le invitaron a asistir a una especie de reunión en el techo de la casa de un chico. Este ser humano sexo masculino había organizado una juntada en el techo del edificio en donde tenía su departamento. Este ser humano tenía serias pretensiones con ella. Sin dudas, el nuevo actor de la escena era mucho más certero a la hora de estar con la chica del pupo.

Él ya lo veía cerca de ella, a la entrada y a la salida del curso, muy seguidamente. Imaginó que a ella sí que le gustaba este chico. Su perfil de macho salió y se plasmó silenciosamente, torrente sanguíneo mediante, en las características palpitaciones al acercar ideas respecto de ese rejunte. Él nunca le había avisado a nadie sobre su gusto por ella. Ni a su amigo. Quizás pudieron haber unas sospechas, pero él era muy bueno ocultando intenciones...al principio. Después, se le solían desvanecer las estrategias.

Todavía no se había dado cuenta, pero él no era un muy buen amigo de sí mismo que digamos... Si pensaba que un asunto se le complicaba, él no se daba apoyo, es más, se lo quitaba. Más tarde ─bien tarde─ descubriría que él era su propio enemigo.

To be continued...

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