sábado, 14 de febrero de 2015

Un día de los Enamorados
















La vida es difícil, pero puede cambiar, supongo. No debería ser difícil. Se puede saber cómo se relacionan las cosas, unas con otras, y así ver hacia dónde van. No tiene que ser nada poético

Yo, vos, uno, todos, podemos tener entendimiento. Un día descubres un dato de tí mismo, otro día, otro. Pero no tienes que sumar, ni hacer que eso forme ninguna base. Sólo descubrir. El entendimiento es como destapar una botella o quitarte la sábana de todos los días cuando te despiertas, si tienes suerte de dejar de dormir.

¿Será un problema de estructuras? ¿Lo que entreteje la mente cuando uno mismo no presta atención tiene su propia potencia? Juraremos que es destino enamorarnos, mientras, el inconsciente se nos ríe al mismo tiempo. Entonces, el "amor" sería una estructura subyacente.

¿Existe algo sagrado? Me pregunto esto casi a diario. "La vida", sería una respuesta tentadora, pero he visto que todo lo que tiene vida eventualmente mata o roba para subsistir, por ego, elección o lo que sea, no importa si tiene dos patas o es un organismo arrastrándose bajo un microscopio. Si es de la Naturaleza no nos quejamos, si viene del ser humano es un fiasco. Estoy pensado en la posibilidad de si hay algo sagrado en dejarse morir o en matar para que los malos no ganen (Mahābhārata). 

De todos modos, creo que tú puedes entender lo tuyo y yo puedo entender lo mío. Vamos, no hay distancia entre uno y uno mismo. Es decir, ¿qué hay más cercano que uno mismo haciéndose el desayuno?

Y junto con lo sagrado, me pregunto si hay misterio. No la clase de misterio derivada de lo que se encuentre debajo de una piedra en una pirámide de Egipto. Tampoco ese secreto inevitable e indefectible para pocas personas en este mundo. Sino El misterio. La traba que no hace fluir el arroyo. Y no cualquier arroyo, el arroyo universal que confluye en esta consciencia de estar vivos en esta época. El árbol cae sin poder defenderse, y el pájaro crea su frágil nido diez segundos antes del huracán.

Me pregunto tantas cosas, pero ya ves, el Universo es indiferente. Es como una ley. El volcán va a hacer erupción, no importa lo bello que sea tu hogar. El asteroide se estrellará, no importa si ayer escribiste tu mejor poema. Aunque algunos rayos no matan a las personas...

Yo he sentido fascinación por las hormigas y, aunque suene raro, he sido muy curioso por las botas que las pisan. Imagínate por un momento a una persona caminando la ciudad intentando no pisarlas.

Si estamos bajo el curso de un plan divino, ¿por qué lo que se parece al Bien es silencioso, oculto, y no dice nada si no hay un alma que lo perciba? La flor se marchita en la mesa de los enamorados...

El árbol que cae en la isla desierta hace un ruido que no podemos escuchar. Las olas del mar. Más arriba, las estrellas. ¿Qué es todo eso en la fila para pagar un impuesto? Y no es que estoy en contra de los impuestos, pero, qué es todo eso. Captar el momento cuando una persona se da cuenta que vive en una sociedad pre-existente debe ser sublime.

La vida es injusta, de hecho, la vida es injusticia. Desde un joven o un viejo enfermo en un hospital, hasta una lombriz que muere por el pico de un ave. Creo que es más real la injusticia que eso llamado Justicia. Un día te diste cuenta que lo que dio forma al mundo fue lo que la gente hizo para protegerse de aquellos a quienes no les importaba los demás. ¿Entiendes? Las alarmas, las verjas, lo que la gente hace para defenderse y preservarse es lo que suena como algo que da forma al mundo. Más adelante, en la reflexión, esto no se termina en un ser humano desinteresado por el bien (un "malvado"), tiene que haber algo más. Y si se lo considera, algunos virus no piensan en nosotros tampoco.

Sea lo que fuere, lo único constante es que se puede aprender, ¿no es cierto? Aquí llueve, allá no, quiero estar mojado o seco, fresco, tibio o caliente y me muevo en ese sentido.

¿Por qué nadie nos cree si decimos nuestro nombre? "La tarjeta, señor, necesito su Identificación". "Mil años, mil guerras", decía alguien por ahí. ¿Y si todo tiene una explicación, una solución pero que el problema sea que no haya gente que pueda escuchar? Tal vez caería otro árbol en el desierto... ¿ O será una cuestión de números: diez personas escuchando y diez personas desoyendo?

La vida es difícil, pero pude cambiar, supongo. Aún así, pienso que tú puedes entender lo tuyo y yo puedo entender lo mío, y que el encuentro en eso es posible.

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Imagen: http://pixabay.com/es/el-amor-coraz%C3%B3n-beat-hearbeat-313416/

viernes, 9 de marzo de 2012

El mundo y Yo | La soledad en un texto empañado



Un día de lluvia.

Había estado caminando mojándome por algún rato pensando en esto y aquello; a veces no pensando como habitualmente lo hago, pero en todo momento yendo y viniendo así. Eran las nueve de la noche en Tucumán y la lluvia estaba en pleno proceso.

Cualquiera se puede dar cuenta cómo el agua opera sobre los objetos, sobre el aire, aún antes de caer o toparse con algo: La luz de la calle enciende los pequeños charcos de las veredas y se forman en ellos esos puntitos que son las huellas del agua que les cae encima. Las gotas que sólo van —reflexionaba. Porque una gota nunca vuelve, ¿no?, ni en medio de una lluvia torrencial. Una gota de agua siempre va...

Momentáneamente, pasaban algunos autos aunque ya no había casi nada de tránsito, dado cómo estaba el clima. El ruido de las ruedas en el pavimento mojado, del agua topándose con el parabrisas y de los huecos en el suelo con sus charcos invadidos por ese pasar de los vehículos, todo eso se impregnaba en mí, con este siempre presente ir y venir.

De repente, luego de cruzar hacia una calle oscura solamente iluminada por los focos de las arterias aledañas, vi a una mujer con un niño en brazos —tal vez una niña— en una parada de colectivos. Yo estaba a unos 70 metros de ellos, acercándome. Y ya se podía ver que pronto íbamos a ser la lluvia, algún casual automóvil pasando, los huecos de la calle, la luz tenue reflejándose desde lejos, ellos y yo.

domingo, 27 de noviembre de 2011


Esta es la primera serie que me animo a escribir de lo que llamo cuentos cortos impersonales la cual titulé Amor no se escribe en la pared.


Anteriormente:
Amor no se escribe en la pared.
El surco peatonal.

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El látigo rotundo.
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Pasaron sólo unos cuántos días en los que él y ella habían, más o menos, generado un vínculo. Casi casi eran amigos. Y esos cuántos días fueron más de tres y menos de cinco .

...Y él no aguantaba más, fiel a su impaciencia, no quería tener todos los asuntos de antes cuando se veía envuelto en competir con alguien por una chica..., en tener que perder por no animarse a decir las cosas. Él ya no quería más eso.

La llamó por teléfono y le dijo que tenía que decirle algo importante, que la iba a buscar.

Antes de llamarla había marcado varias veces su número y justo antes de producirse la llamada, había colgado. Tenía mucho miedo, mucha ansiedad, mucha angustia. Su timonero inconsciente le jugaba la mala pasada del 'todo o nada', siempre. Después descubriría que aquello último era al vicio nomás.

Le preguntó si tenía algo importante que hacer, porque, si no lo tenía, él desearía invitarla a conversar sobre una cosa importante. El rollo de siempre.

─ No, dale vení -dijo con un tono distendido-. ¿Te espero a las seis, entonces?
─ Sí, esperame -balbuceó él, con voz ronca pero ya tranquilo-. Intentaré ser puntual...

Meditó las palabras que iba a decir mientras viajaba en el colectivo. Había pensado que hubiera sido mejor ir caminado, como para tener más tiempo, pero como ya estaba llegando tarde...

Se encontraba un poco nervioso pero, extrañamente, no tanto. Se puso si tanto en el momento de bajar del transporte. El estómago con unas actividades de ultratumba. Parecía que se iba a morir.

Caminó los doscientos metros acostumbrados, evitó tropezar ─como la última vez─ con una maldita baldosa del demonio. Tocó el portero. Miró hacia los lados, justito había pasado una mujercita linda:

─ ¿Hola?
─ Sí..., hola..., ¿Está Florencia? -dijo, pensando en que si le hubieran atendido inmediatamente la puerta, le habrían visto observar a aquella mujercita.
─ Sí, soy yo, ¿Diego, sos vos?
─ (entre risas) Sí, soy yo, ¡hace horas que espero acá solito!
─ (entre risas) ¡No te creo! Ya salgo.

Esa pequeña charla de portero le había relajado. No se dio cuenta que esa mismísima sensación era un aviso, también rotundo, de un Camino con corazón.

Claro, todavía no había leído a Carlos Castañeda...¡cuánto se hubiera ahorrado si se hubiese enterado antes sobre lo que es un Camino con corazón...!

-12-

Una vez ella hubo salido, él le dijo que quería mejor que se sentaran en los escalones de la puerta de entrada. Dijo que bueno. Se sentaron.

Él habló al comienzo de muchos asuntos indirectos: que la bolsa de comercio de Kualalumpur cayó el día anterior, que las aves migratorias ya no migran tanto;  hasta le preguntó si había visto los bebés pandas que nacieron justo en esa semana...! En fin, de cualquier cosa. Hasta que...:

─ Mirá, Florencia, te tengo que decir algo. A mí me gustas y yo no tengo la intención de ser tu amigo.

Mientras lo decía pensaba que lo dijo, ¡por fin lo había hecho!; que por fin se animó, ¡ya está! ¡Listo el pollo! Ese punto en sus pensamientos le hicieron sentir más tranquilo.

─ Entiendo. ¿Vos estás enamorado o...?
─ ¡No para nada! -él nunca ni para otros ni para sí iba a reconocer algo, ¡nunca!-. Sos re linda, me gustas mucho, pero no estoy enamorado de vos -le expresó ya sin el peso autoimpuesto de las cosas autoimpuestas.
─ Mirá...este..., Diego, yo no te correspondo -y las frías cataratas del Niágara en un vaso de agua. Una sutil, portentosa y fría bañera de agua fueron para él ese 'Mirá', ese 'yo', ese 'no', ese 'te', y ese 'correspondo'-.
─ Bueno, no voy a ser dramático. ¿Qué hiciste hoy en la facu? -un santo, un San Boludo se hizo-.
─ ¡Pero pará!, ¡¿ya terminaste lo que me tenías que decir, Diego?! -él reconoció el tono torturador de la vocecita taciturna de ella, de hecho, el látigo de los 'rotundo NO' había llegado a esos tibios escalones de la puerta de entrada-.
─ Sí, ya terminé -¡osos pandas vengan a mí!-, sólo quiero que no interfiera en nuestra amistad. ¿Podemos hacer eso? -preguntó, mirando hacia el suelo, quizás buscando esa zona de los navíos a velas.
─ ...Podemos -respondió ella.
─ Entonces, ¿qué hiciste en la facu hoy? -¿vieron que los osos pandas son re lindos y que viven en China y que...?-.

La ilusión nuevamente se había ido al carajo. El carajo era la zona alta ─el mástil mayor─ de los navíos a velas a donde el capitán mandaba a sus comandados como un leve tipo de castigo.

─ La vida es así muchacho... -se dijo a sí mismo- una mierda que tiene que ver con el mar...