No estoy en el camino, pero ya voy llegando. En estos momentos lo avizoro claramente. Voy viéndolo, ahí está, siendo camino para caminar. Ahí está.
No es nada extraordinario sino todo lo contrario, algo ordinario, simple, algo que puede hacer cualquiera, sinceramente, nada del otro mundo. Al camino ahí lo veo, con huellas que estoy a punto de poner. Tiene árboles y no tiene, tiene tierra y no tiene, y lo veo.
Mi Yo puede empezar un trayecto de aniquilación, de terminación o de concluir una historia para empezar justamente otra. Inmediatamente, sin demoras, otra historia.
Claro, tengo miedo, me quiero preservar, todo mi ser quiere seguir estando tal cual está ahora. Pero ahí está, ahí veo el camino, lo percibo en mi pecho, en la línea clara de mi pecho tranquilo. Tengo tantos miedos, tantos defectos, tantas imperfecciones y, sin embargo, el camino me aguarda, el sendero me espera.
Es algo tan raro que un imperfecto como yo avizore la paz, la tranquilidad. ¡Hace dos años era algo imposible!
Y todavía no tengo nada de eso, pero ahí está, es una línea para ser usada, para traspasarla, para ponerla como una red en toda mi piel. Tan imperfecto...tan pecador, tan repleto de defectos y el camino invitándome, es extraño que yo lo merezca.
¡Yo, nada menos que yo, este Yo hecho trizas, explotado, sucumbido, destrozado, perdido!
Pero ahí está, yo lo veo.
La línea de mi pecho lo dice.
Voy llegando. Estoy a la vuelta de la esquina. Esperame.
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El original en
http://mimajestad.blogspot.com/2011/08/la-vuelta-de-la-esquina.html
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